Un cuento sin nombre. Part 5

Posted: domingo, 6 de mayo de 2012 by Juan L. in
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El desierto de roca. 

Al llegó al final de donde provenía el resplandor, donde se encontró en un bosque de árboles llorones y palmeras granaderas, un lugar bastante peligroso para cualquiera. Al parecer el océano de lágrimas alimentaba a los árboles llorones para que crecieran, el problema era las granaderas, pues al dar frutos y caer uno la explosión resultante era lo suficientemente fuerte como para volarla en mil pedazos, lo que hacía que los árboles llorones de éste lugar fuesen peculiarmente más tristes. 
Al escucharse una explosión a lo lejos Al ya sabía que era lo que ello representaba, un fruto de alguna palmera cayó y detonó de inmediato. El corazón de Al se estremeció realmente cuando a la primera explosión le siguió un segundo, y después un tercero, al parecer los frutos de estas palmeras eran más potentes de lo que deberían, lo que provocó una acción en cadena. 
Poco a poco aumentaron las explosiones y cada vez se acercaban más a donde Al se encontraba. Era momento de correr, Al se apresuró para salir de aquel lugar y quedar lejos del alcance de las explosiones, había que esquivar todos los obstáculos que se le presentaran, ramas de los otros árboles, rocas, plantas, y por supuesto se tenia que cuidar de no chocar con ninguna granadera, ya que podría ser fatal para él. 
Poco a poco las explosiones se fueron acercando más y mas a Al, y justo en ese instante vio la salida del bosque, pensó que estaba a salvo, pero no fue así, justo antes de salir del bosque una granada cayó detrás de él estallando y haciéndolo volar por los aires. 
Al cayó sobre el rojizo césped, lo que amortiguó su caída pero no el estallido, que le causó un golpe tan fuerte en la cabeza que le hizo perder el conocimiento por varios minutos. 
Para cuando Al recobró el conocimiento ya estaba avanzada la tarde y el sol estaba a punto de ocultarse, estuvo desmayado por varias horas y despertó con un horrible dolor de cabeza y algunos rasguños en la cara, brazos y piernas. 
Se levantó tan pronto como recobró el sentido tambaleándose aun un poco por la explosión, sorprendentemente se hallaba no solo vivo, sino que también había resultado prácticamente ileso, lo que le hizo sentirse afortunado. 
Al mirar a su alrededor se quedó sin palabras, detrás de él se hallaba un enorme terreno humeante y sin vida en el lugar donde antes había estado el bosque, así que no le quedaba más que seguir hacia adelante, donde se encontraba un desierto rocoso y al fondo la montaña de fuego. A lo lejos, muy en lo interior se alcanzaban a percibir algunas construcciones, posiblemente una pequeña ciudad, y si tenía suerte encontraría algo de comer. 
Al entrar en el desierto escuchó un rápido pero suave caminar, de tres o cuatro personas probablemente, los pasos provenían de un agujero en el desierto, así que Al pensó que se podría encontrar a alguien que le ayudara en su camino. Al entrar al enorme agujero los pasos se volvieron más y más fuertes hasta que finalmente se encontró con el origen, no se trataba de varias personas, sino de una sola criatura, un parve, un ser con un cuerpo con forma de un enorme globo ocular, con unas enormes y peludas patas como las de un arácnido y una enorme y mortífera cola de escorpión con un aguijón tan grande como la cabeza de Al, para su suerte los parves son criaturas pacíficas a pesar de su escalofriante apariencia, e incluso utilizados como medio de transporte en el desierto. 
Al se acercó cautelosamente a la criatura, quien era el doble de alta que él, y con mucho cuidado la montó para que lo llevara a través del desierto. El parve no mostró oposición alguna y al recibir la señal de Al se puso en movimiento y salió de la oscura cueva. 

El parve era una criatura realmente excepcional, pues su gran velocidad y agilidad en el desierto no era comparable con ninguna criatura, por lo que fue realmente fácil para Al atravesar el desierto que ya estaba cubierto por la noche y sólo era iluminado por tres lunas azules y algunas decenas de estrellas. 
En tan solo un par de horas ya había atravesado casi una cuarta parte del enorme desierto rocoso y los edificios que había visto anteriormente Al ahora ya eran distinguibles, efectivamente se trataba de una pequeña ciudad conformada de gigantescos hongos coloridos y habitada por una gran variedad de criaturas. 
Minutos después el parve se mostró un tanto inquieto y colocó en alto su enorme aguijón. Al sabía que no estaban solos, pero ya estaban cerca, solo faltaba atravesar un geiseres de burbujas, capaces de producir burbujas tan grandes como para capturar a diez personas en una sola. 
De repente se abrió la tierra bajo las patas del parve y de ella salió un brirdo, una gigantesca aunque lenta criatura con el cuerpo de una tortuga y la cabeza de una enorme araña. La criatura medía tres veces lo que el parve, por lo que le sería bastante fácil acabar con él si lograba alcanzarlo. 
De inmediato Al empezó a evadir a la terrorífica criatura quien se acercaba a ellos lentamente liberando un acido muy fuerte de su boca. Al trató de  rodear a la criatura para poder evitarla, pero esta comenzó a escupir impidiéndoles el paso, así que era momento de pensar en un nuevo plan. El parve se encontraba en guardia, listo para atacar en cualquier momento al colosal brirdo, fue entonces que éste se balanceó hacia ellos para atacar. 
El ágil y velos parve esquivó sin mayor problema a la criatura y enterró con una fuerza brutal su aguijón en las escamosas patas del brirdo, lo que hizo que éste se arrodillara por unos segundos para después levantarse y volver a atacar. Los ojos de la criatura se veían enrojecidos a pesar de la tenue luz azul que bañaba el desierto, entonces Al decidió cambiar e táctica; dirigió al parve directo hacia la peluda cabeza de la criatura quien abrió sus enormes colmillos y atacó, esta vez directo a la cabeza del brido. 
La criatura reaccionó de inmediato y presionó fuertemente el cuerpo del parve con sus grandes colmillos, la criatura cayó lanzando a lo lejos a Al, quien solo alcanzó a ver como el acido que desprendió con la mordida consumía lentamente el cuerpo del Parve. 
El furioso brido, atontado por la cantidad de veneno y por los ojos que le habían sido dañados se acercó furiosamente hacia Al, quien pensó que estaba perdido, fue entonces que le criatura se arrodilló y cayó estrepitosamente a sus pies, el veneno del parve lo había matado.

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