Un cuento sin nombre. Part 8
Posted: martes, 15 de mayo de 2012 by Juan L. in
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Las
caras de Lyla.
Al
despertar, Al se encontraba rodeado por llamas, supuso que mientras
dormía el rio de fuego había iniciado un incendio en el pequeño
pueblo de carbón, pero de repente, las pequeñas llamas se empezaron
a separar y a mostrar pequeñas bocas y ojos, fue entonces que
descubrió que se trataba de extraordinarias criaturas de fuego.
Al
se puso de pie y se acercó la única criatura que estaba formada por
una llama azul. –Gracias, oh salvador nuestro ¿Cómo podríamos
agradecértelo?- Al se quedó desconcertado con su pregunta -¿Hacer
qué?- Le preguntó a la criatura de voz ronca –Haz librado a
nuestro pueblo de la criatura que nos tenia aterrados y por la cual
nos habíamos refugiado en el ardiente rio.
-¿Conoces
a Lyla?- Preguntó finalmente a la pequeña llama. -¿A Lyla has
dicho? ¿Por qué buscarías a Lyla?- Al le explicó su situación y
finalmente la llama habló –En la sima de aquella montaña está la
casa de Lyla, pero si fuera tú lo pensaría dos veces, ya que el
camino es muy peligroso y se rumora que es prisionera de un gigante.
Al
contempló la montaña que se encontraba a las afueras del pueblo, a
diferencia del resto del paisaje, la montaña no parecía ser de
ceniza, sino de grandes trozos de carbón e iluminada por cristales
alrededor. –Te lo agradezco mucho- dijo Al y se puso en marcha
hacia la sombría montaña.
A
sus espaldas se quedaba la multitud ardiente que celebraba la
victoria de Al sobre la serpiente espiral, bailaban alrededor de un
enorme cristal que había caído y prendían sus hogares iluminando
el pequeño pueblo con una brillante luz amarilla.
Después
de unos cuantos minutos andando sobre el suave camino de ceniza Al se
percató de que sus pisadas eran cada vez mas firmes, fue entonces
que supo que había llegado a la montaña de carbón. Al comenzar a
subir se sorprendió de que estaba rodeado por decenas de arboles
espinosos y arbustos pestilentes, era realmente un lugar en el que no
quería volver a estar.
Los
arboles espinosos eran de la especie mas mortífera que existía,
pues su tronco y ramas estaban rodeado de largas espinas venenosas en
lugar de hojas. Por otra parte, los arbustos pestilentes parecían
inofensivos con su tonalidad particularmente oscura de azul, pero al
tener contacto con ellos desprendía un olor insoportable, casi como
al azufre, Al tendría que andarse con cuidado para atravesar el
espeso follaje.
Al
comenzar a avanzar entre los tenebrosos arboles procurando no
espinarse con los arboles, se percato del silencio que rodeaba el
lugar, un silencio casi insoportable, un silencio que se rompió con
un estruendoso grito en la profundidad del bosque. Al alcanzo a
observar a lo lejos que una enorme criatura se acercaba al lugar, un
ser enorme que posiblemente era tres veces mas alto que Al; entonces
alcanzó a percibir un enorme ojo verde que expresaba furia y
desesperación, sabía que Al estaba escondido en algún lugar y lo
buscaría para atraparlo y terminar con el.
Al
se ocultó en un tronco hueco esperando que las ponzoñosas espinas
de los arboles le protegieran, pero al parecer el furioso gigante era
inmune al veneno de estos, pues ya había derribado varios sin
ninguna dificultad. No era muy difícil encontrarlo, incluso sin
poderlo ver, pues sus enormes pisadas activaban el insoportable aroma
de los arbustos, así que lo único que Al podía hacer era
esconderse y esperar a que la temible criatura se fuera.
Pasaron
varios minutos antes que la criatura se convenciera de que no había
nadie donde el estaba, así que se marcho a otro lugar a seguir
buscando al intruso; era la oportunidad de Al, quien se marchó a
toda velocidad adentrándose cada vez mas en el temible bosque sin
importarle toparse con los arbustos, era preferible soportar el
horrible aroma a morir envenenado por los mortíferos arboles.
Al
corrió tan rápido como pudo hasta que finalmente llego a la cima de
la montaña y a la casa donde supuestamente encontraría a Lyla. La
casa era increíblemente grande, nunca se imaginó que algo así
estuviera en aquel lugar. Las paredes parecían ser del chocolate mas
dulce que se hubiera imaginado y las ventanas de un azúcar tan pura
que se transparentaba con facilidad, Al se acerco a los escalones
cafés y finalmente llegó a la gran puerta de chocolate blanco, tocó
con fuerza y finalmente se escuchó como se liberaba el cerrojo para
poder abrirse.
La
persona que abrió la puerta se quedó viendo a Al mientras este se
quedaba con la boca abierta mirándola detenidamente de pies a
cabeza. La chica era tan delgada que al podría rodearla dos veces
con sus brazos sin ningún problema; vestía unas calcetas rojas que
le llegaban hasta las rodillas que combinaban con su falda rosa con
negro que la hacía lucir muy bien. Arriba tenía una blusa ajustada
con varios adornos metálicos que la hacían lucir bastante atractiva
a la vista de Al. Su piel tersa como porcelana y con un ligero tono
rosado la hacían ver casi imposible, sumando su corto cabello de un
tono intenso de rojo, sus enormes ojos rosados casi transparentes, y
sus rojos labios que provocaba besarlos, era simplemente hermosa.
-¿Quien
eres tu?- pregunto la bella joven viendo a Al con ternura, quien solo
pudo balbucear su nombre –Y dime, ¿qué es lo que buscas en este
lugar?- cuestiono la joven. –Ah… Bu… Busco a Lyla…- La chica
bajo de inmediato la vista con cara de decepción por unos segundos y
volvió a ver a la cara a Al con una sonrisa traviesa –Esta bien,
pero ten mucho cuidado…
Al
se quedó desconcertado con la advertencia de la chica, quien abrió
la boca y al parecer empezó a sacar un nuevo rostro de esta; Poco a
poco su cara se fue hundiendo detrás de su cabeza mientras una nueva
salía de lo que alguna vez fue su boca, era realmente asqueroso.
Cuando
finalmente salió la nueva cabeza se le quedó viendo a Al con una
mirada perversa. Su cabello ahora era oscuro, sus ojos se habían
vuelto grises y su tono rosado se había vuelto morado. -Dime. ¿Qué
es lo que quieres?- Fue entonces que Al supuso que ella era Lyla
–Necesito tu ayuda-. La mujer empezó a reírse de inmediato y
finalmente volteó a ver a Al aún con una leve carcajada -¿Por qué
debería ayudarte?- Preguntó ahora con una voz chillona –Zoc me
dijo que me podrías ayudar- Al escuchar el nombre de Zoc la mujer
abrió mas los ojos y después relajo la expresión de nuevo –Pasa…-
dijo finalmente. Los dos entraron a la casa