Un cuento sin nombre. Part 7
Posted: viernes, 11 de mayo de 2012 by Juan L. in
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La
serpiente espiral.
Finalmente
los tres hombres que rodeaban a Al dieron media vuelta y se marcharon
silenciosamente del lugar sin decir nada más, lo único que se
escuchó fueron sus pasos alejarse y el rechinar de la vieja puerta
de madera color caramelo cuando se cerraba a sus espaldas. –Me
llamo Zoc, y creo que te conozco a alguien que puede ayudarte- dijo
finalmente el cantinero mirándolo fijamente con sus ojos, incluso Al
podía ver su reflejo en los anillos de sus pupilas –Dímelo, por
favor-. El hombre se dio la vuelta y abrió una puerta en el piso de
madera –Sígueme- le dijo y Al asintió.
Ambos
bajaron por unas viejas escaleras sumergiéndose en la oscuridad. Por
un momento Al no pudo ver ni siquiera su propia nariz, pero de
repente a lo lejos se alcanzó a ver un pequeño rayo de luz que poco
a poco se hizo más visible, finalmente llegaron a la fuente y al
final de la escalera se encontraba una pequeña ciudad subterránea
por la que atravesaba un pequeño río de lava que desembocaba en una
pequeña laguna ardiente.
-Camina
por esta vereda y llama a la última puerta, busca a Lyla y dile que
yo te he mandado, cuéntale tu propósito, ella es la única que te
podría ayudar en tu misión-, después se dio la vuelta y volvió a
subir por el oscuro túnel por el que habían llegado. Al miró a su
alrededor, era como una especie de enorme cueva iluminada por
gigantescos diamantes que despedían una brillante luz verde. Debajo
estaba un pequeño pueblo formado por pequeñas cabañas de carbón
separadas por un gran sendero de roca fundida.
Al
comenzó a caminar y se percató de que el suelo no era muy firme,
sino que era suave, estaba hecho de una gruesa capa de ceniza que le
manchaba los pies a cada paso. Al empezó a caminar por el sendero
que le había indicado Zoc cuando se percató de que no había ni un
alma a la vista, es como si hubiesen abandonado el pueblo, fue
entonces que la tierra se estremeció y varios trozos de cristal
empezaron a caer de la cueva.
Al
decidió darse prisa, al parecer una vez mas se encontraba en
problemas. De repente salió una enorme serpiente espiral, cuyo
nombre se debía a su cuerpo que espiraba como cable de teléfono.
Fue entonces que vio a Al con sus enormes ojos cuadrados y rojos, que
con su cuerpo negro por la ceniza y sus grandes colmillos hacían que
Al temblara del susto.
La
enorme serpiente espiral entraba y salía de la ceniza como pez en el
agua dejando detrás a su aguijón, muy parecido al de los parves,
era increíble y a la vez inquietante, la criatura posiblemente fue
la encargada de acabar con todos en el pueblo.
Los
grandes cristales seguían cayendo enterrándose en la ceniza al
llegar abajo; Al tenía que alejarse, de lo contrario podría ser
aplastado. La enorme bestia seguía a Al a toda velocidad entrando y
saliendo de la arena, por lo que Al no podía saber por donde saldría
y donde volvería a entrar.
Después
de unos minutos Al finalmente descubrió la distancia que alcanzaba
en un salto y el tiempo que tardaba en salir de la ceniza, fue
entonces que volvió para acercarse donde ya habían caído cristales
para que intentara salir por ahí y chocara con el afilado cristal.
Al
corrió desesperadamente mientras la serpiente espiral lo perseguía
, y justo cuando volvió a entrar a la ceniza Al tropezó justo a un
lado de un gran cristal, si estaba en lo correcto la serpiente
saldría por ahí y terminaría con ella. La serpiente salió pero no
donde Al lo esperaba, salió un poco antes del lugar donde estaba el
cristal, evadiéndolo para atacar a Al, quien se levantó rápidamente
y corrió, pero esta vez sería imposible escapar, pues la serpiente
iba directo hacia él.
Justo
antes que la serpiente atacara, un enorme cristal cayó sobre ella,
enterrándola en la tierra, muy cerca de donde estaba Al. Una vez más
había burlado a la muerte.
Al
volvió a lo que quedaba del pequeño pueblo y cayó al suelo
exhausto perdiendo el conocimiento.